jueves, 29 de enero de 2009

AUTENTICIDAD


Cuando consigues una beca para estudiar o trabajar en un país diferente al tuyo lo primero que haces es revisar toda la información referente a ese país que durante el proceso de solicitud consultaste con más ilusión que detalle por internet. Quieres familiarizarte cuanto antes con los nombres de las ciudades, la moneda, el idioma, etc. Pero, ¿qué hay del paisaje? Todo se reduce a fotos del centro de las ciudades, parques naturales y playas.

Ruanda es el país de las mil colinas, pero en lo primero que fijas tu atención al bajar del avión no es en la ondulación del terreno sino en sus colores, principalmente dos: el rojo y el verde. Colores vivos e intensos que capturan la realidad. El rojo de la tierra oxidada, degradada por el uso y la erosión, resalta el dolor de los años pasados; el verde de la hierba fresca refleja la esperanza por un futuro mejor. Y entre los dos el presente. Un presente en el que la vida se reduce al mínimo exponente: a la simplicidad de las cosas, a lo práctico, a lo básico. La incertidumbre del futuro junto con el intento por olvidar el pasado hacen que en Ruanda el “Carpe Diem” cobre verdadero sentido, más que en cualquier otro lugar. Ésa es la esencia del país.

Tres meses aquí me han enseñado que en Europa existen aditivos que entorpecen la percepción de las esencias. Los aditivos no son necesarios, ¿por qué esforzarse en ser lo que no se es si ni siquiera sabes qué será de ti mañana? Con el tiempo he aprendido a confiar en la gente porque cada vez que he necesitado ayuda SIEMPRE me la han dado sin pedir nada a cambio; porque cada vez que he desconfiado de alguien me ha demostrado lo equivocada que estaba. He aprendido que las cosas, en realidad, nunca son tan complicadas. Pero sobre todo he aprendido a dedicarle a todo el mundo el tiempo que se merece. Sin duda, es ese el mejor regalo que me voy a llevar de aquí.

lunes, 26 de enero de 2009

MUNEZERO

Despertarnos es aquella acción de interrumpir el sueño que lleva asociada una visualización del día que nos queda por delante hasta el próximo sueño, y que se acaba con la separación de las legañas de los ojos. Hay distintos tipos de despertares: según cómo se va el sueño o según cómo nos viene el día. Soy una persona que sufre cuando le separan de sus sueños pero, aquí en África, la inquietud de lo venidero supera la molestia de las despedidas. Ese día tocaba reunión, así que iba a ser el colmo de la indeterminación: adentrarse de lleno en la cultura ruandesa: sus formas de organización, su lengua, sus grandes sonrisas, las miradas; ser ajena a toda la complicidad que había en esas reuniones me incomodaba y provocaba en mí una pesadez y rigidez características. Mi cuerpo no se acostumbraba a esas reuniones.

Una vez recorrido el camino de subidas y bajadas obligado por las incontables colinas del país, llegamos hasta el lugar de encuentro mi compañera de voluntariado y yo. Me detengo un instante delante de la puerta, miro con expectación la sala como si buscara la ubicación o la cara que me dé la seguridad suficiente de que hoy voy a entender algo más que lo que allí se hable. Atravieso la puerta con determinación, me siento y a los poco minutos empieza la reunión.

La reunión empezó como empiezan las reuniones, algo frías. Pero, poco a poco, se fue creando el clima al que me refería. Primero aparecieron los altibajos en la modulación de sus voces, siguieron gestos más o menos bruscos, el Presidente de mi organización haciendo de maestro de ceremonias, más gestos, algunos miembros tomando apuntes y otros comentando vete a saber qué. Las miradas envolviendo todo. No había pasado mucho rato desde el inicio de la reunión y yo ya me sentía como dentro de una densa nube gris que me asilaba del entorno; a duras penas notaba la presencia de mi único lazo con mi entendimiento: mi compañera. De repente, algo cambió la dinámica de la reunión. No sabría decir cómo y menos el por qué, pero todo viró hacia una compenetración entre ellos inusual, había concentración máxima.

- Lucía y Cristina, levantaos – nos dijo con semblante duro nuestro jefe.


Eso sí que no me lo espera, eso era un giro demasiado brusco. Esa voz, que ahora podía entender, se coló por entre la nube gris dispersándola a su paso hasta dejarme desnuda ante la mirada de todos. Supongo que mi compañera sentiría algo parecido. ¡Levantarse para qué, si no debíamos preparar nada; si eras tú el que iba hablar! Ahora las miradas no envolvían nada, se clavaban en nosotras.

- Cristina – repitió mi jefe, esta vez dirigiéndose a la multitud.

Uno de ellos, como por representación de todos, dijo una sola palabra imposible de entender para mí, pero que sonó muy concisa. Los demás asintieron y sonrieron. Las palabras se reproducían en sus bocas alternativamente mientras mi mente se esforzaba por atraparlas, pero era inútil. Manos alzadas, ¡una votación! Mi cara debía ser todo un poema, fiel reflejo de mi interior. Las palabras siguieron pasando de unas bocas a otras hasta caer. Había una ganadora. Uno de los asistentes a la reunión no la había dicho, la había escrito y ahora me la mostraba: MUNEZERO.



MUNEZERO significa la chica que siempre está alegre y esta reunión representaba mi bautizo. MUNEZERO puede ser también su manera de abrirse a mi entendimiento. De todos modos, ¿Quién puede imaginar al despertar que lo van a bautizar en unas pocas horas?

viernes, 23 de enero de 2009

jueves, 22 de enero de 2009

LA VIDA SIN FUSTE

No podía inaugurar este blog sin hacer referencia a la vida sin fuste que estoy viviendo desde que llegué a este país.

¿Qué significa “la vida sin fuste”?:

1. Pasarás tú vida de reunión en reunión planificando cosas que nunca verán la luz.

2. Cada vez que intentes organizar cualquier tipo de evento (un viaje, una cena, un plan con tus amigos) siempre habrá un autobús que se estropea, un pollo en mal estado, o un corte de luz para impedirlo.

3. Pasarás horas, días o incluso semanas dedicando tu tiempo a cosas que finalmente no servirán para nada.

4. La única manera que tendrás de conseguir fondos para tu organización será a base de rellenar miles y miles de formularios y hojas Excel de los cuales nunca llegarás a entender su función.

5. Jamás sabrás nada con certeza hasta el momento en el que te esté pasando.

6. Terminarás aceptando que África te supera y que no hay nada que puedas hacer al respecto salvo aceptarlo y vivir en consecuencia.

Para ilustrar lo que ha sido mi vida durante este tiempo, aquí os dejo un artículo sobre mi ONG que escribimos en un pequeño noticiario (“Kigali, la vida sin fuste”) que le regalamos a Lucía, mi compi de curro, el día de su cumpleaños:

Nacional: Desmantelada red de asociaciones-tapadera


Investigaciones recientes en Kigali han descubierto una trama de corrupción y alcoholismo de Secretarios Ejecutivos de ONG’s sin fuste. De acuerdo con fuentes cercanas al periódico, el modus operandi de esta red consiste en crear organizaciones absurdas de un número máximo de 3 miembros, en las cuales el cabecilla se auto nombra Secretario General para la coordinación de patatas cocidas, y se inventa cargos que contengan las palabras “database”, “monitoring” y “manager” para sus cómplices.

Una vez conformada la estructura y recibida la subvención, se dedican a hacer salidas al terreno para conversar durante 9 horas en kinyarwanda y acto seguido celebrar cockteils de esparcimiento con sus socios. Se advierte que a menudo el nivel de Primus (1) en sangre les lleva a intentar casarse con la mzungu (2) de turno o, en su defecto, prometerla con algún familiar.

El mayor responsable de la trama (alias “Estatoparras”) se encuentra procesado y con cargos, a la espera de la ejecución de sentencia; pero se sabe de la persistencia de estas organizaciones en el país.

(1): Marca autóctona de cerveza de la cual somos grandes consumidores.

(2): Término empleado en kinyarwanda para designar a los blancos y que continuamente te repiten por la calle a la vez que te señalan con el dedo.

domingo, 18 de enero de 2009

KIGALI CITY




DANDO SALTOS


En pleno centro de Kigali, a diez minutos andando de los grandes supermercados y tiendas, de los bancos y oficinas, se halla el lugar que más me ha aportado en estos tres meses: un lugar de barrio, rodeado de vendedores ambulantes y verdulerías; un lugar de paso, que sólo la gente distraída encuentra; un lugar hecho de pequeñas cosas, únicamente unido a la capital por una escalera empinada y serpenteante. Una escalera y dos mundos, este es el camino que recorro todos los lunes, miércoles y viernes para ser voluntaria en el orfanato “Mission of Hope” de las Calcutas.

Recuerdo perfectamente todo lo que sentí cuando entré allí. Tengo que decir que la primera impresión no fue muy buena: pasillos oscuros, un montón de niños juntos en la misma cuna y ese olor, o mejor dicho, mezcla de olores entre ropa sucia, pañales y papilla, tan profundos que impregnan tu ropa, tu pelo y todo tu ser. Nunca había estado en un orfanato y que mi primera vez fuera en África no me dejó indiferente. No obstante, sólo hubo una cosa que me impactó lo suficiente como para decidir invertir una parte de mi tiempo en esto: los pequeñajos que viven allí. Así que una vez superado el “shock” inicial, casi sin darme cuenta, de repente me sorprendí a mí misma cambiando pañales de tela y dando de comer a un montón de niños impacientes por ser los primeros.

Fue ese día cuando por fin empecé a sentir que al menos (aunque sólo fuera por unas horas a la semana) para alguien era importante que yo estuviera aquí, intercambiando un poco de mi tiempo a cambio de toda la fuerza que ellos me dan.

Desde entonces, tres días a la semana, dejo el mundo de la oficina, de las reuniones de trabajo y de la vida en el centro para dar un salto y adentrarme en ese otro mundo que, aún en pleno corazón de Kigali, muchos ni siquiera saben que existe.

jueves, 15 de enero de 2009

HOGAR , DULCE HOGAR


Después de haber pasado mi primer mes en Kigali viviendo con mi "jefa de Jonur" (nuestra responsable directa) y su familia, finalmente conseguimos mudarnos.

He aquí nuestro hogar.

miércoles, 14 de enero de 2009

Vacaciones en la playa...




Asombroso pero cierto, eso de ahí son vacas ¿pastando algas? en la playa (¿??¿!!)...

TANZANIA POR LA PISTA...

Aquí os dejo un enlace para que podaís ver en que han consistido mis vacaciones.


http://www.youtube.com/watch?v=VX8WwWLOqNs&eurl=http://ruanding.wordpress.com/2009/01/12/a-zanzibar-por-la-pista/

¿POR QUÉ AHORA?

Ayer se cumplieron tres meses desde que llegué a Ruanda. Desde entonces son muchas las cosas que me han pasado: muchos lugares visitados, muchas lecciones aprendidas, momentos tristes, angustiosos, felices y mucha gente conocida. Hasta el momento no me había parado delante del ordenador a tratar de poner orden a todas esas cosas, a compartir lo que me pasa o me deja de pasar por la cabeza. No obstante, estas vacaciones me han hecho plantearme que hay historias que merecen ser contadas.
El pasado 27 de Diciembre empezaron oficialmente mis primeras y únicas vacaciones en Kigali. Todo lo que sabíamos después de los duros meses de adaptación (porque empezar a entender África, o al menos Ruanda, no te lleva el típico mes que dicen dura la adaptación) era que queríamos pasar la última noche del año en una playa paradisíaca. Así, dada la limitación de opciones nos montamos en el primer bus que nos llevo hasta Rusumu, frontera entre Ruanda y Tanzania. Nuestro único objetivo era llegar a Zanzíbar lo antes posible aun sin saber muy bien cómo hacerlo. El recorrido no fue lo que se dice “un paseo en barca” pero tras dos días y medio de autobuses, taxis locos y un maravilloso”Land Cruiser” conseguimos llegar a nuestro destino.
Las vacaciones han sido tranquilas y exóticas a la vez y me han permitido conocer un país tan peculiar como Tanzania donde tal mezcla de culturas como la africana, árabe e india todavía me hace plantearme si ésta es una buena combinación. No obstante, mi primera entrada en el blog no busca contar mis vacaciones en la playa (aunque también serían dignas de mención).

El viaje no habría sido más que otro “típico” viaje de jóvenes si no hubiera sido porque el último día cuando ya sólo nos quedaba la vuelta a casa África, como siempre, nos volvió a sorprender. Para volver de Stonetown (Zanzíbar) a Dar es Salaam hay que coger un ferry que en dos horas te lleva de un punto al otro. Nada más bajar del ferry, Katherina, una alemana que habíamos conocido en una de las playas y que había decidido pasar su último trecho del viaje con nosotros, nos presentó a dos amigos que habían venido a recogerla. Claude es ruandés pero trabaja en Dar y Narsa es de Omán. Ambos son vecinos y por la relación que tienen cualquiera diría que se conocen de toda la vida. Son las personas más amables que nunca he conocido y se ofrecieron a ayudarnos a encontrar un lugar donde pasar la noche. Así que de pronto me vi en el coche de unos desconocidos a los cuales les había bastado saber que éramos amigos de sus amigos para abrirnos las puertas de su casa. Nada más llegar Claude nos presentó a sus dos hijos y a su mujer. Estuvimos charlando un rato, nos ofrecieron unos mangos riquísimos y nos llevaron a un restaurante italiano para comer. Después fuimos a la playa donde nos quedamos tomando cervezas en un bar, casualidades de la vida, llevado por un catalán. A la vuelta a casa, Jorge y yo dormimos en el pisito de Narsa, la cual nos ofreció su única habitación mientras ella se empeñaba en dormir en el sofá. Pero si con todo esto no fuera suficiente, tanto Claude como Narsa se levantaron a las cinco de la mañana para llevarnos hasta la estación de autobuses, asegurarse de que encontrábamos el bus con dirección Kigali y comprobar que nadie intentaba hacer negocio con los blancos a la hora de pagar el billete.

Este viaje me ha hecho darme cuenta de que incluso en los lugares más inesperados encuentras a gente sorprendentemente buena que ofrece todo lo que tiene sin esperar nada a cambio. Sin embargo, lo más sorprendente de la historia es de dónde sale esta gente. Claude nos contó que durante el genocidio fue testigo de cómo mataban a sus padres y más tarde de cómo metían al asesino en la cárcel para, poco después, volver a soltarlo. Nos contó cómo su madre antes de morir le pidió que siempre fuera bueno con todo el mundo.

Es increíble cómo de las situaciones más horribles y crueles puede salir personas tan generosas y amables. Creo que sólo por esto, porque todavía exista gente así, vale la pena tener fe en ese “otro mundo posible”.

El genocidio tuvo dos caras: detrás de la más cruel existe una cara amable formada por toda esa gente que como Claude tratan de reconstruir su vida sin perder la fe en la humanidad. Esa es la parte desconocida de la historia que merece ser contada.